Maldito vicio de sufrir complejo Scalextric


Anoche era viernes y con los muchachos nos mandamos un asado con achuras que ni te cuento. Lastré como soldado que vuelve de la guerra y me tomé hasta la presión arterial. Esta mañana me levanté con un terrible dolor en las tripas. Me fui a trabajar y en el trayecto me dieron muchas ganas de ir al baño. Decidí apurar la velocidad de mi coche para llegar rápido al trabajo y utilizar el baño de mi oficina. Pero el día se arruinó de entrada debido a una persona con complejo de Scalextric. "¿Complejo de qué?" dirán ustedes. De Scalextric, señores.

Según la sabiduría popular de Wikipedia, "Scalextric es un fabricante de modelos en miniatura de coches de tracción eléctrica ... El nombre de Scalextric proviene de la contracción Scale X (o escala variable) y Electric. Scalex ... fue el nombre escogido, ya que al principio la escala de los modelos era muy variable."

Pero una cosa es el juego y otra cosa es el complejo que sufre un alto porcentaje de pelotudos que circulan por las calles. Pero para entender el complejo Scalextric es necesario entender primero el juego.

Para aquellos que no lo conocen, éste consta de una pista de carreras en miniatura y de al menos dos autos que corren por ella a la velocidad de un turista cruzando una avenida descalzo en pleno verano. Estos autitos de tracción eléctrica utilizan una ranura sobre la pista como tomacorriente que a su vez sirve de guía. Si el coche de carrera toma una curva a una velocidad desmedida, éste se sale de la guía y pasa a estamparse contra un zócalo, la pata de la cama,el placard o la entrepierna del contrincante. Por eso el secreto no es ir todo el tiempo a toda velocidad, sino dominar el mando de manera tal que siempre mantengas la punta sin que tu c
ontrincante te pase; vos siempre tenés que ser el que va más adelante, dominando esta carrera sin fin. La habilidad está en el pulgar, como en la Play. 

El que no tuvo una Scalextric, seguro se quedó con las ganas...o se sacó un poco las ganas jugando con la pista del vecino o un amiguito de la escuela. El que tuvo una seguramente era muy popular en el barrio o la escuela; también es muy probable que haya pasado largas horas jugando y compitiendo, jugando y descarrilando autitos, jugando y rompiendo autitos, jugando y gastando toneladas de pilas hasta que algún padre se aviva y compra un transformador. 

Y así pasa la infancia y dentro de todos los seres humanos que disfrutaron de este adictivo juego comienza a crecer el complejo Scalextric. Complejo que luego se pone de manifiesto en las calles de pueblos y ciudades de toda Argentina (aún temo generalizar y decir "del mundo") cuando estos hijos de re mil curas manejan sin respetar los carriles. Los muy acomplejados creen que la línea intermitente blanca es la ranura que les sirve de guía y que no se pueden salir de ella (por más que uno los mate a bocinazos) porque si no se quedan sin fuente de energía. Además el gen de echarse a la derecha y ceder el paso ha sido modificado por dicho complejo, donde como dije anteriormente, el fin es que no te pasen, no permitir que nadie se adelante. ¡Y lo logran!!! Los que sufren de este complejo se la pasan ocupando dos carriles. Y obvio que no les podés tocar bocina, ni insultar, ni hacer señas de luces, ni siquiera pedirles amablemente que vayan por su carril, porque en realidad ¡¡ya lo están haciendo!!!

Y yo hoy iba a trabajar a los pedos (literalmente), y me crucé con un tipo con un complejo de Scalextric bastante alto...juuuusto adelante mío. Y lo quise pasar por la izquierda, por la derecha, por arriba...pero no hubo caso. Y me hizo comer como 5 semáforos en rojo y viajar a 30 km por hora, y frenar en curvas y y y...arruiné mis propios calzoncillos.


Maldito vicio de los que sufren complejo Scalextric de circular por las calles de la ciudad "cagándote" el día, maldito vicio.


CONSEJO: Haga caca antes de ir a trabajar.

Maldito vicio de la gente achicoria



Hace una semana que tengo achicoria en una bolsita en la heladera. La guardé seca pero mi refrigerador chorrea un poco y me llena todo de agua.

Hoy quise ensalada de achicoria con huevo duro y palta. Busqué esa bolsita que, obvio, luego de una semana de humedad concentrada, tenía algún porcentaje de sus hojas podridas. Y mientras eliminaba las hojas podridas noté que éstas se habían adherido con vigor a hojas muy sanas, fuertes y frescas que casi van a parar al basurero junto con las putrefactas.

Y he aquí la analogía que surge de la observación: hay gente podrida que se pega a gente que irradia vitalidad, pero la segunda, al ser rodeada por la primera, corre riesgo de terminar en el tacho.

Maldito vicio de la infeliz gente achicoria que quiere que todos sean tan infelices como ellas.

CONSEJO: ¡A despegarse se ha dicho de la gente de mierda que te hacen ver como en realidad no sos y sólo te traen problemas!!!

Maldito vicio de ponerle sobrenombre a todos

Este es un vicio mío. Vicio feo, muy feo, ya que me lleva a transitar los caminos Alzheímicos de mi mente. Heme a mí en mi lugar de trabajo, cuando llega un adolescente a averiguar por un vestido de 15 para su hermana más pequeña. Este muchacho pregunta, yo le contesto, él comenta. Me pregunta, yo contesto, él comenta. Y mientras este acto comunicativo se desarrolla, mi mente comienza a preguntarse: "Esa voz, esa voz ¿a quién me recuerda?". Y pregunta va, respuesta viene, mi memoria se activa y el monólogo interno comienza: "¡Ya sé...ya sé a quién suena igual! ¡Pero si tiene la misma voz que Pileta! Si hasta en la entonación y en los gestos se le parece." 
-- Disculpame (a cliente) ¿por casualidad sos Mendocino? 
-- No, no. Soy de acá. ¿Por?
-- Por nada, me pareció que tenías tonada. ¿Qué más te gustaría para el cumpleaños de tu hermana?

Y sigue el diálogo, un poco automático de mi parte ya que en mi mente se acaba de alojar un pajarito carpintero que taladra mi marote preguntando "¿Cómo es que se llamaba Pileta?" "¿Cómo es? ¿Cómo es?"
No hubo suerte...mente en blanco. Y chico Pileta que nada en el agua clorada y cuida de la gente en el natatorio me hizo recordar a Pajarito, que anda también por el agua. Y Pajarito me hizo recordar a Andrés, que también tiene cara de pajarito, o más bien de pajarón (pero él es pajerón), pero de Andrés me acuerdo el nombre porque a él le decía "Andrés, el que viene una vez al mes". Venía en la época en que el chico Galletita de Limón empezó a recordarme y mandarme mensajitos, y yo "no me vengas con esta lata justo ahora" ¿Y Diente de Lata? ¿Qué será de su vida? ¿Seguirá siendo amigo de Tuerca? A Tuerca hace un tiempo que no lo veo, no desde aquella vez que pasó por casa a mostrarme la ecografía del bebé que esperaban con su mujer. Y yo que no entiendo nada de ecos, él me mostraba el bebé y yo sólo veía un poroto. ¿Y la Porota? Cuánto pelo que tenía esa chica, muy grueso y crespo ¿Y la profe Peluca? Más que su pelo, recuerdo sus lentes de contacto que brillaban y se le saltaban para afuera. Al que también le brillaban los ojos era a Miguelito (por el personaje de Mafalda), conocido entre mis amigas comoYoni Bavo o Bolumoto, pariente cercano de muchos Bolubicis que conocí en la primaria y que de seguro hoy también son parte de su bolubando.

Y comienzo a recordar personas a las cuales internamente llamé nombres distintos de los que figuran en sus Documentos Nacionales de Identidad. Y ahora si quiero evocarlos por quien realmente son, cuesta hacerlo. Si quiero llamarlos por sus nombres cuando los veo en la calle, titubeo. Si quiero hablarles por teléfono, no los ubico entre mis contactos. 

Maldito vicio que tengo de poner sobrenombres a más de uno y luego no poder recordar quiénes son en realidad, maldito vicio.


NOTA: Para evitar momentos embarazosos, de ahora en más comenzaré a llamar las cosas por su nombre, al pan, pan y al vino, Pángaro.

Foto: Chico Pileta en la pileta.

Maldito vicio de escuchar música en el colectivo

Esta mañana me tomo el C7 camino al trabajo y, al subir, como veo que hay poca gente, me voy al fondo para estar más cerca de la puerta de salida y así no tener que importunar a todo el mundo cuando me quiero bajar, ya que en dos paradas más el colectivo se pone hasta las tuercas. Cuando llego al fondo, diviso un asiento vacío y hacia allá me llevaron mis nalgas. Me siento tranquila, contenta con la vida, pero hay algo en el ambiente que resulta molesto...algo molesto para mis oídos. Miro a mi alrededor y verifico con mis ambos ojos que esta señorita que está sentada casi a mi lado, pegadita a la ventana, está escuchando cuarteto al palo. Y no sólo eso, también se sabe la letra, y la canta!!! La miro de reojo y pienso en tocarle el hombro, decirle que soy investigadora social y que estoy analizando los motivos por los cuales una persona escucha música a todo volumen en un espacio público donde no todos comparten el mismo gusto musical. Quiero pedirle además que me ayude a entender cómo puede apreciar música que sale con un sonido tan deficiente a través del parlantito saturado de un celular. Además deseo preguntarle si puede darme una respuesta aproximada de por qué las personas que escuchan música fuerte en un medio de trasporte público (sea éste un ómnibus, tren o subte) generalmente optan por los géneros de cuarteto, reggaeton o cumbia villera y no por otros géneros musicales como la música clásica, el soul, el jazz o el rock (inter)nacional.
Pero me detengo a pensar un momento y luego de un par de especulaciones en mi mente, llego a la conclusión de que esta señorita quizá no escuche la pregunta porque su música está muy fuerte. También temo que el interrogatorio sea muy elevado para su nivel intelectual, puesto que una persona que no piensa que su música puede incomodar a otros, tampoco creo pueda descifrar el mensaje implícito en mi pregunta y, es más, hasta pueda tomarlo como un insulto. Tampoco tengo el deseo de decirle "¡Hey! ¡Desubicada! ¡Bajá el volumen o enchufate los auriculares!" porque no ando con ganas de pelear ni de explicar a una incivilizada qué es lo que diferencia un acto de buena conducta ciudadana de uno de mala conducta.
Entonces sale la Jaimita de adentro mío que dice "Ni te gastes...dale de su propia medicina y listo". Así que meto la mano en el bolsillo, saco mi celular con mp3, busco la canción "The Beat Goes On" de Madonna y yo también pongo la música al palo (¡Tomá! diría mi abuela) y para divertirme más, la canto, sí sí... en voz alta, en IN-GLÉS, y marcando el ritmo con pierna y pie (On and on, on the beat goes...on and on, on the beat goooooesss ....get down, beep beep, gotta get up outta your seats...)
Yo no les puedo explicar cómo se les des-fi-guró la cara a ella y a la amiga sentada justo al lado mío. Horrorizadas miraban cómo yo articulaba palabras incomprensibles y comenzaron a cuchichearse al oído. Luego la cantante/escuchadora de música bajó el volumen, dejó de cantar y, medio estupidizada, me miró a lo chino, así con los ojos finitos y entrecerrados mientras continuaba de charla con la amiga (Sonrían pequeñas...les acabo de regalar el don del diálogo...hasta recién ni se miraban). Luego creo planearon algo en mi contra, buscaron una canción y la pusieron fuerte. Yo seguí en la mía, mirando al frente, meneando la cabeza y cantando este tema largo. Debo admitir que me costó sostener este acto, porque por un lado estaba tentada y por otro lado me pesaba la culpa de molestar a otras personas.
Afortunadamente se bajaron a las pocas cuadras. Ni bien se bajaron apagué mi celular, me lo metí en el bolsillo, y continué mi viaje en silencio hacia el trabajo. Los muchachos de al lado se miraron y uno le dijo al otro: "¡Por fin silencio! Menos mal que se bajaron...es que encima no les podés decir nada porque no sabés cómo van a reaccionar."

Maldito vicio de las personas que escuchan música fuerte en los medios de transporte sin importarles el resto de los pasajeros, maldito vicio.


CONSEJO: Deje de tenerle miedo a esta gente y busque la forma de que dejen de imponer su música de mala calidad a todo el mundo.

Maldito vicio de no largar el control remoto

Yo quería ver un programa sobre las estrellas y la creación del universo en el Discovery Channel. Quería sentarme tranqui, tomar una copita de vino tinto y comer unas Traviatas con queso cuartirolo y Leber Wurst. Así de simple. Pero cuando llegamos de trabajar, mi marido lo primero que hace es agarrar el control remoto (el comienzo de la novela titulada "Cómo te re cagué"), aplastar su trasero en el sillón y dedicarse a hacerle honor a la actividad de miro-nada-por-dos-minutos-me-aburro-cambio, comunmente conocida como zapping.
Y como ayer tuvimos una discución sobre lo rompe quinotos que soy cuando le pido algo y me pongo temática e insistente, decidí no pedirle más nada, pero sí encontrar la manera de conseguir lo que persigo. (Para los que se quedaron con la imagen de que soy una hincha bolas, paso a hacer una pequeña analogía...a ver si así me entienden un poco y sienten empatía en este asunto del control remoto: mis pedidos a mi concubino son una causa perdida puesto que pido como los empleados de empresas privadas pueden pedir aumento salarial, que por más sindicato que apriete, el jefe no afloja, no se puede negociar y ni jota de aumento.)
Y frente a esta situación del control remoto, si le pedía que la cortara con el asuntito de cambiar de canal en canal y se anclara de una buena vez en el Dicovery Channel, se iba a armar la Guerra Mundial III y la verdad, hoy no andaba con ganas de aguantarlo peleando. Entonces decidí hacer algo que lo obligara a abandonar su aposento, levantar el traste y liberar ese maldito aparatito. Fue así que procedí a implementar las siguientes estrategias con los consecuentes resultados:

Mi estrategia N°1: "Gordooooo, ¡qué lindo sería si comiéramos esas papitas al horno que tan ricas te salen!" (Léase: levantá el culo y vení a cocinar mientras yo miro tele.)
Su respuesta: "No hay más papas. Pedimos delivery, hermosa." (No vino a cocinar...me re cagó.)

Mi estrategia N°2: "Gordiiiiis, me parece que arriba en nuestra habitación suena tu celu."
Su respuesta: "No amor, lo tengo acá en el bolsillo de la camisa." (Me re cagó II.)

Mi estrategia N°3: Despierto al perro que está durmiendo en el lavadero y lo agito un rato. Carga pilas y encara para la puerta, porque sabe que se viene el paseo por la plaza. Y yo sé que pasear el can es una actividad masculina en este hogar.
Su respuesta: Se levanta del sillón aunque sin largar el control, abre la puerta del patio de atrás y larga el perro. "Con eso es suficiente por hoy" dice. Me mira cómplice y agrega: "Total no se va a morir si un día no sale a caminar por el barrio." (Ya está en cartelera la tercera parte de "Me re cagó.")

Mi estrategia N°4: Me pongo a preparar licuado de banana con hielo y "sin querer" dejo la cucharita de metal en el vaso batidor. Ruido, ruido, ruido y finalmente se descuajeringa la batidora. Sé que además de chusma y crítico, es un "fixer" o "arreglatuti"que no puede con su genio; roto ve, roto arregla (menos cuando se trata de arreglar ropa, medias o calzoncillos agujereados). Yo me preparé como niño que espera a su madre a la salida del jardín y esperé que él viniera a salvar mi batidora mientras yo me daba a la fuga con el poder remoto.
Su respuesta: "Negri, ¿se rompió? Si es así ni te calientes. Pedile a tu hermano más tarde o mañana o pasado yo le pego una miradita; hoy la verdad es que estoy molido cerebralmente." Y sigue rascándose sus partes nobles. (¡Qué vago hdp!)

Mi estrategia N°5: Caliento cera y me pongo a depilar frente a él...los bigotes, con la idea de que el paisaje lo atormente y se vaya a dar una vuelta en auto o a tomar cerveza con amigos, no me importa...que vaya donde sea pero lo importante es que se vaya.
Su respuesta: "Me parece que te quedaron unos pelos del lado derecho." (No puedo escribir aquí los insultos que atravesaron mi mente.)

Mi estrategia N°6: "Amor, ¿te gusta mi nuevo conjunto de ropa interior?" Se lo desfilo puesto y, modestia aparte, mis tetas y culo son envidiables. Tengo la esperanza de que el simio dentro de él tome posesión de su cuerpo y éste arroje el control remoto muy lejos para así tener los puños libres para poder golpearse el pecho.
Su respuesta: "¡Uuuuh, mamita! ¡Esta noche te parto!" y sigue haciendo zapping. El simio ha sido vencido por el homo sapiens que entiende de temporalidad, mientras yo grito para mis adentros "¡Noooo, sangre de iguana, nooooo! ¡Ahora agarrame, ahoooooraaaaa así largás el cotrol!"

Y me harto...me harto mal. Me desquicio y me salta la térmica. Nada fuinciona con este tipo. Todo este treje y maneje me agota las energías.

Saltar la térmica...
Agotar las energías...

¡Eso! Y como quién no quiere la cosa me fui al living, derechito hacia donde se encuentra el tablero eléctrico, y le dí sin vacilar a la tecla del disyuntor...Fue así que sin planearlo nació la estrategia N°7: "¡Ooooh! ¡Mi cielo, cortaron la luz! Menos mal que aún no es de noche, voy a lo del vecino a ver si ellos tienen el mismo problema."

Él me mira, mira la pantalla del televisor ahora inanimada y de color negro, mira el control remoto, me vuelve a mirar, deja el control sobre el sillón y me dice: "Bueeeeeno...vamos a  tener un poco de sexo."

Y te juro que intenté evadirlo y agarrar el control remoto, pero cuando me estaba reclinando hacia el sillón para apoderarme de él con la misma avaricia con la que Gollum iba tras su precioso tesoro, ÉL se interpuso en mi camino. Y qué se le va a hacer, hay otros aparatos más poderosos que el control remoto.

No ví el Dicovery Chanel, pero te juro que ví las estrellas. Porque este otro se estupidiza frente a la tele, pero cuando lo sacás de la caja boba y lo ponés a laburar, cómo labura!!!!

¿Puedo considerarme victoriosa si logré que mi marido al fin soltara el control remoto sin que yo se lo pidiera? Naaaaah....puro premio consuelo.


Maldito vicio de más de uno de echarse en el sillón (o la silla, o la cama, o un puff) y no largar el control remoto, maldito vicio.

CONSEJO: Peluda, sucia, transpirada y de equipo flojo de gimnasia, salte directamente a la estrategia N°7 y proceda a quitarle el control remoto desde atrás o en su defecto desde su costado si es que éste tiene un trasero encantador.

Maldito vicio de dejar el changuito del super en cualquier lado


Yo no te puedo explicar el calor que está haciendo, no puedo. Porque el calor es mucho y las palabras no hacen justicia a la hora de expresar esta sensación incómoda que estoy sintiendo. Porque éste no es un calor cualquiera en la ciudad de Córdoba, no; éste es un calor húmedo que me convierte en un caramelo masticable abandonado al sol, toda pegote y chorreando crema facial con color y factor de protección solar 30 (para evitar las arrugas que el sol produce ¿vio?). Y ayer perdí una apuesta y hoy tengo que cocinar para mis amigos, pero en la heladera no tengo más que una pechuga de pollo medio rancia (¿por qué no la he tirado aún?), dos tomates fiopa, medio zapallito anco deshidratado de viejo, un poco de mayonesa del año 2009, un pedazo de fiambre seco y una botella de vino 3/4 abierta. Definitivamente tengo que ir al supermercado a hacer la compra del mes.
Subo al coche y hacia allá me dirijo a las 3:30 de la tarde, con un sol que raja la tierra. Más tarde no puedo ir, porque tengo unos cuantos compromisos impostergables y a las 8 necesito estar de regreso en casa dado que a las 9:30 caen mis amigos...y a estos puntuales de profesión los tenés pegados al timbre a la hora citada, con las manos vacías y la panza llena de hambre.
Y viajo a través del infierno de cemento, sin aire acondicionado y por una avenida sin un árbol, palmera o arbusto que arroje algo de sombra. Llego al estacionamiento al aire libre (libre de techito, libre de arboleda, libre de sombrilla) del supermercado que está dentro del centro comercial. Doy vueltas como ratón de laboratorio en una rueda para encontrar un lugar dónde estacionar, pero sin suerte alguna. ¡¿Qué carajo hace la gente en el shopping con este calor?! ¡Ah, aquí hay aire acondicionado! Lo que es la vida del pobre...
Y luego de dar vueltas 5 minutos asándome al sol y consiguiendo el mejor bronceado "camionero" en mi brazo izquierdo, diviso un lugar libre. Y allá voy a toda velocidad, pero segundos antes de poder hacer marcha atrás y estacionar, una joven mujer con su hijito (para no decir una yegua de mierda con un pendejo de 2 años) deja su carrito de hacer las compras justo frente al lugar donde estoy por dejar el auto. Con mi mejor sonrisa, la miro y le pido si por favor puede correr el changuito que quiero entrar. Obvio que me ignora a propósito y sigue caminando. Y yo "¡Hey! ¡Señora! ¿Por qué tengo que hacer yo su trabajo? ¿Podría devolver el carrito al sector que corresponde?" Me mira, me rebaja con la mirada, me ignora al cuadrado y sigue caminando. "¡Ordinaria!" le grito, y me bajo del coche para mover el chango y poder estacionar. Cuando corro el changuito, viene un tipo acelaradísimo y me quita el lugar en el estacionamiento. "Disculpe, estaba corriendo el changuito para poder meter mi auto. ¿No ve mis balizas prendidas?" Otro que me mira, me rebaja, le mete alarma al auto "pip-pip" y sigue caminando. ¡Qué ganas de clavarle mi llave en la puerta del conductor y darle una vueltita de gentileza alrededor de su coche! Pero me reprimo, porque alguno que me mintió sobre cómo funciona la sociedad me grabó a fuego cuando fui a la iglesia de chica eso de poner la otra mejilla.
Y fuego es lo que siento ahora, de la bronca que cargo y del sol que me pica en los hombros. Vuelvo a subir al auto y sigo dando vueltas. Diez minutos más tarde consigo un lugar. Al llegar al supermercado quiero tomar un carrito y no hay ninguno, nada. Vuelvo al estacionamiento y traigo uno que alguien dejó tirado en la otra punta....bieeeeen al rayo del sol. De más está decir que la manija del carrito hierve y que éste está todo torcido y con una rueda trabada.
Superado el desafío "changuito chingeado" para llegar hasta el interior del super, me sumo a otro desafío, que no es ni el desafío Actimel, ni el de la blancura de Ala o Ace, ni el de Activia (¡Miércoles...cuántos desafíos que nos presenta la vida!), sino a otro desafío, que es el de circular entre góndolas rodeadas de changos abandonados, vacíos o a medio cargar, changos con niños, changos empujados por señoras y señores distraídos, changos con mercadería para reponer, changos veloces, changos lentos.
Y hago las compras de todos los productos que necesito no sin antes quedarme un tiempo extra en la sección de los productos congelados para enfriar las piernas y los pies cansados. En la línea de caja tardo un poco más de lo calculado y ¿adivinen por qué? Porque los compradores anteriores dejaron sus carritos y canastos amontonados y desalineados antes de la máquina registradora...y del otro lado también. Y trato de abstraerme del tema para no enfurecer y para concentrar y entregar toda la energía de mi pensamiento al futuro placer de beber el exquisito vino tinto que acabo de comprar y que esta noche saborearé con mis amigos.
Salgo del supermercado y me siento una alienígena al depositar el changuito en el lugar que corresponde. Camino con mis cinco bolsas hasta mi coche y, al llegar, éste se encuentra custodiado en el baúl por otro changuito (como era de imaginarse). Entonces busco moverlo con el pie, pero está trabado. Lo quiero empujar con el cuerpo...nada. Saco el dedo índice de entre el manojo de manijas de bolsas para poder asirlo y correrlo, pero el peso de las bolsas me vence y dos de ellas se desprenden de mi mano. Y allá va mi vino tinto, a estamparse contra el suelo del estacionamiento al mejor estilo Keanu Reeves cuando hace la prueba del salto en Matrix. ¿Quedará muy mal si me pongo a lamer el suelo? ¡Qué pena que el pavimento emane tanto calor...no me gusta el vino caliente!

Maldito vicio de los compradores de dejar el changuito del super en cualquier lado, maldito vicio. 


CONSEJO: Si tiene tarjeta de crédito, compre on line. Si vive en el interior del país y no le hacen envíos a domicilio, jódase por no vivir en Capital Federal.

Maldito vicio de las patas de las sillas


Hoy tenías una entrevista de trabajo muy importante. Sabiendo que la primera impresión es la que cuenta, decidiste ponerte una blusa blanca mangas tres cuarto, pañuelo con broche plateado alrededor del cuello al mejor estilo azafata, pollerita suelta color beige y sandalias con taquitos no muy altos. Debajo de la blusa un corpiño color piel para que el mismo no se transluzca; debajo de la pollera una tanguita de micro tul casi transparente para que no se marque en la pollera. El pelo tirado hacia atrás, recogido con una hebilla muy sobria. Maquillaje tranqui, con colores suaves tirando al rosa. Llegaste puntual a la cita, con una carpetita A4 bien apretada contra el pecho (para que no te miren fijo a los dos melonazos que la naturaleza te dio por tetas) en donde llevabas una copia impresa de tu currículum vitae. Entraste a la empresa y un asistente te acompañó hacia el despacho del gerente de recursos humanos: una bomba que rajaba la tierra de lo bueno que estaba y al que desearías no tener como compañero de trabajo (por eso de "donde se come no se caga" ¿vio?). Él te saluda con una sonrisa seductora, te da un firme pero suave apretón de manos y te indica que tomes asiento. Vos lo mirás embobada y sin importar cuántos títulos universitarios y de postgrado, cursos y experiencias laborales aparezcan en tu CV, te mordés y relamés los labios y dejás al descubierto la parte más básica y primitiva de tu naturaleza femenina y de hembra en celo. Apoyás la carpeta sobre el escritorio y cuando apoyás tus nalgas sobre la silla ¡PATAPLAFF! se rompe una pata de la silla y quedás tirada en el suelo, con la pollera hasta la altura del ombligo, las piernas semi abiertas y tu naturaleza desplegada sin censura frente a los ojos desorbitados del señor este...que acaba de ver lo más profundo de tí y ya nunca podrá olvidar esta primera impresión de vos.

Maldito vicio de las patas de las sillas de romperse en el momento menos oportuno, maldito vicio.

CONSEJO: Frente a una entrevista de trabajo, sugiero pantalón (no muy ajustado para que no se raje al sentarse), ropa interior negra y polera al tono.

Nota: Ponete contenta...porque si no te contratan, por ahí tenés buenas chances de que el bombón asesino te invite a salir.

Ese bendito vicio



Y entre tantos malditos vicios, mientras camino por la calle aparecen otros vicios...que me bendicen la vida.

Bendito vicio de la lluvia caer torrencialmente un día de calor mientras vuelvo caminando del trabajo o salgo a andar en bicicleta.

Bendito vicio de los panaderos de compartir con el exterior el aroma de pan y facturas que están cobrando vida en sus panaderías.

Bendito vicio de los perros de saltar a saludarte con alegría y dejarte las huellas marcadas en el pantalón un día en que no te importa qué llevás puesto y sólo querés ensuciarte, porque según Ala "hace bien".

Bendito vicio de aquellos que dejan la caja de pizza tirada en la cocina pero con una o dos porciones adentro y entonces cuando te levantás, te preparás un buen café con leche, prendés la tele y te manducás la pizza fría ¡qué placer! (Si la caja se encuentra vacía entonces es un maldito vicio.)

Bendito vicio de los niños de arrancar una florcita y regalártela un día que andás medio pichi.

Bendito vicio que tiene mucha gente de dar abrazos...los que dan abrazos fuertes, más bendito vicio aún.

Bendito vicio de los árboles de desprender aroma floral en la primavera, por más alergia que me produzcan.

Bendito vicio de los perritos bebé de lamerte la cara y tener olor a "cachorrito" (no es cualquier olor...no es olor a leche, ni a comida, ni a ninguna otra cosa, es simplemente olor a cachorrito).

Bendito vicio de las abuelas de malcriarte y hacerte galletitas con mate cocido un día de lluvia.

Bendito vicio que tiene alguna gente de sonreirte en la calle sin siquiera conocerte.

Bendito vicio del viento de agitar mis polleras mientras camino.

Bendito vicio de los que se levantan antes que yo y preparan café...y es su aroma lo que me despierta.

Bendito vicio de los que te ven perdidos y te dan una mano sin que se lo pidas.

Bendito vicio de aquellos empleados públicos que te atienden bien justo el día que vos te habías levantado con los polos invertidos.

Bendito vicio del tren de carga de pasar a mitad de la noche y hacer sonar su bocina.

Bendito vicio de la brisa fresca en mi cara en una mañana otoñal de cielo diáfano.

Bendito vicio del detergente de largar burbujitas a veces cuando vuelvo a apoyarlo sobre la mesada mientras lavo los platos.


Benditos vicios que me sorprenden en la vida y me alegran el día, benditos vicios.


CONSEJO: Detenerse y disfrutar de esas pequeñas cosas que se van colando en nuestra vida mientras andamos apurados.

Maldito vicio del coso

Anoche cuando fui a la casa de Juan y uno de sus amigos mi invitó a un coso de estos que suelen hacerse en las casas esas de campo paquetas a las afueras de la ciudad. Yo accedí a ir sin ningún problema, pero luego pensé ¡Qué cornos me pongo! Entonces fui a lo de mi vieja, que siempre tiene algo lindo para prestarme. Llegué a su casa y me mandé de una a su habitación, abrí su placard y grité:
- ¡Maaaaá!!!! ¿Dónde guardaste el coso?
- ¿Qué hacés acá? ¿y qué coso andás buscando?
- El coso ese, con florcitas bordadas, que te pusiste el otro día para la fiesta de cumpleaños de la tía.
- ¡Ah! ¡Ese! Fijate por ahí.
- ¿Dónde por ahí?
- Ahí, donde yo lo dejé la última vez. Fijate por ahí atrás, adentro del coso.
- ¿Ahí atrás de dónde y adentro de qué coso, mamá?!!
- Ahí atrás donde estás mirando vos. Buscá atrás, si ves el coso ese que es como una cajita de pana.
- No lo encuentro.
- Entonces preguntale a tu sobrino, que el otro día me revolvió todo el placard y anduvo vistiendo a su hermana con cuanta porquería encontraba.
- ¡Sobrinooooooo!!!
- ¡Ya voy!
- No, vení ahora mismo y decime a dónde dejaste la caja de pana de la abuela.
- ¿Qué es pana?
- Pana, una tela gruesa y linda. ¿Dónde dejaste la cajita de tela roja?
- Mi hermana la tenía y despúes se fueron con la cosa a lo de la bisabuela y yo ví que metieron la caja abajo del coso.
- Ya te he dicho mil veces que "coso" es una mala palabra. Explicate bien ¿quién es cosa y abajo de qué coso la dejaron?
- Cooooosa, acá, la nena del frente...y allá lo dejaron, tía.
- ¿Allá dónde?
- En lo de la bisa...abajo del coso.
- ¿Qué te acabo de decir del "coso"?!
- Bueno...es que no me sale, tía. Abajo de ese coso grande de la bisa, de madera, donde guarda los juegos de mesa.
- Sí, ya está...el mueble del pasillo.

Y allá fui a buscar el coso, y mientras voy no estoy segura si ponerme eso o ponerme la otra cosa que había usado para el casamiento de mi hermano.
- Permiso abuela, vengo a buscar la caja de pana que trajo mi sobrina el otro día y metió abajo del mueble del pasillo.
- Pasá y de paso, vos que te podés agachar, fijate si no encontrás mis cosos en la parte de abajo.
- ¿Qué cosos abuela?
- Esos cosos que hago yo para ejercitar la memoria.
- Bueno, me fijo.
- Acá los tenés. Voy a ver qué tenés de lindo en el cuarto.

Me fui a su dormitorio y abrí los cajones:
- Abuuu, ¿me prestás alguna cosa para combinar con el vestido negro que tengo?
- Sí nena, abrí el primer cajón y fijate ahí...atrás de mis cosas nuevas.
- ¿Las chalinas?
- Sí, pero ojo con el coso ese que está arriba del mueble que cuando abrís los cajones se sacude mucho y si se cae y se rompe, me va a dar un flor de disgusto.
- No te preocupes...acá no hay nada que me guste. Me parece que me voy a poner lo que me puse para el casamiento no más.
- ¿No la viste a ésta el otro día en la tele? Tenía un coso hermoso puesto alrededor del cuello. ¡Y! Se lo pone para taparse las arrugas en el cogote de gallina que tiene. Ella tiene la misma edad que yo, pero ella se pone esos productos raros de ahora porque es famosa y tiene plata y se enrosca esos cosos de alta costura, qué viva!
- ¿Quién es "ella," abuela?
- Esa, la de la tele.
- Ay, abuela...no sé de qué me hablás.
- Nada, nada...nena ¿Te querés quedar a comer?
- Podría ser.
- ¿Qué querés que te prepare?
- Cualquier cosa, abuela.
- No, cualquier cosa no, ya te he dicho que "cosa" no es una comida, elegí algo.
- Hacete unos zapallitos con bife entonces, abu.
- Bueno. Esperate que voy a lo de tu mamá que me quedé sin coso para cocinar...y encima ahora no anda esta cosa de la cocina. ¿No sabés si tu papá está en su casa?
- No estaba en casa, lo ví charlando ahí en el almacén de la flaca esta y me parece que tenía un coso en la mano que iba a hacer arreglar a lo de Tito, así que por un rato no creo que vuelva.
- Bueno...entonces vení y dame una mano en la cocina. Vos empujá fuerte eso ahí.
- ¿Que empuje qué cosa y a dónde?
- Ahí, en la cocina...apretá fuerte para adentro este coso mientras yo prendo el fuego.
- Perilla abuela, perilla se llama...¡todo coso, todo coso! ¡¿Cómo se va a entender la gente si a cualquier cosa le dicen coso?!


Maldito vicio de los cosos y las cosas de meterse en todas las conversaciones, maldito vicio.


CONSEJO: Esteeee, coso, ehhh...usted debería, coso, haceeer...¿qué cosa le iba a decir? Me olvidé. Me distraje con otra cosa.

PD: En una conversación en familia hace apenas unas noches, la palabra "coso" apareció unas cuantas veces en nuestros diálogos. Al pedir aclaración y remarcar esa costumbre de decirle "coso" a todo, mi prima me dice "Ahí tenés tema para tu próximo relato: "Maldito vicio de usar "coso" para todo". Así que esta entrada de blog va dedicada a ella, a mi sobrino que es devoto usuario de la palabra "coso," a mi abuela que hace uso extensivo de los deícticos y a mi madre que guarda todo "por ahí."




Maldito vicio de no poder hacer ciertas cosas



Inténtelo y lo comprobará:
No se puede caminar en pantuflas sin arrastrar las patas.
No se puede reír a carcajadas mientras se toma gaseosa sin que ésta se escape por la nariz.
No se puede meter a la ducha con la vejiga llena y aguantarse las ganas de hacer pis.
No se puede picar cebolla o ajo sin que te quede impregnado el olor en la mano (usar guantes no le vale).
No se puede comer ajo sin tener aliento a ajo después.
No se puede estornudar con los ojos abiertos.
No se puede pintar las pestañas sin abrir la boca (bueno, quizás sí...pero requiere de un esfuerzo consciente).
No se puede llamar a la casa (y devolverle el favor) al mismo promotor de la compañía de cable, teléfono, Internet, del banco, de la tarjeta de crédito, empresa de seguro de vida, etc. que le llamó al medio día justo a la hora de comer para ofrecerle la "super promo del mes".
No se puede visitar un sitio de descargas gratis sin que aparezca el cartel "¡No es broma! Usted es el visitante número 100,000!"
No se puede ir de campamento en verano sin que le pique un mosquito.
No se puede subir al subte en hora pico sin que nadie le toque o empuje.
No se puede jugar al fútbol durante hora y media y después no tener olor a pata.
No se puede hacer top-less en una playa común y que nadie le mire las lolas.
No se puede dar un alfajor de chocolate a un hijo justo antes de la hora de comer y pretender que lo guarde para el postre.
No se puede pedirle a un marido que cambie el cuerito de la pileta del baño (que hace 3 meses chorrea) y que lo haga en el momento.
No se puede pintar la casa (sin guantes) sin ensuciarse las manos.
No se puede caminar con un paraguas bajo la lluvia sin mojarse el calzado.
No se puede comer caramelo (de flan) recién hecho sin quemarse el paladar o los labios.
No se le puede pedir peras al olmo.

Maldito vicio de no poder hacer ciertas cosas, maldito vicio.


CONSEJO: No reniegue frente a estas cosas, no hay nada que usted pueda hacer.

Maldito vicio de los cronófagos



Quiero que el tiempo mío sea mío, que nadie venga a fagocitarlo. ¿Por qué tengo que dejar de lado un libro que estoy leyendo para mirar la pelotudez de programa que estás viendo vos? ¿Por qué si te dije que iba a estar en casa sumamente comprometida y abocada a mi trabajo me venís a tocar timbre a cualquier hora y sin aviso? ¿Por qué si sabés que todos las noches hago natación me pedís que suspenda una clase así nos vemos, porque vos despúes tenés un asadito con los chicos? ¿Por qué si quiero salir a caminar por el parque me tengo que quedar a acompañarte a ver esa película que hace rato queremos ver juntos, pero juuuuuuusto hoy tenés tiempo para verla? ¿Por qué me interrumpís cuando hablo? ¿Por qué si yo te cociné una torta, perdí tiempo en salir a comprarte un regalo, dejé de lado un festejo en la ciudad, me tomé un colectivo, un tren y caminé 15 minutos más (ida y vuelta) para ir a saludarte para tu cumpleaños, vos ni siquiera "invertiste" 5 minutos en una llamada telefónica para el mío? ¿Por qué te tengo que cocinar si hoy no tengo hambre y preferiría echarme en la cama y deleitarme con un buen documental? ¿Por qué tengo que cuidar de tu hijo? ¿Por qué tengo que lavar los platos o la ropa yo? ¿Por qué tengo que sacar tus pelos de la bañadera?

No me rompas las pelotas...mi tiempo y energía no te pertenecen, no son para tu beneficio personal sino para el mío. Mi tiempo vale, y mucho. No lo cotices más bajo que el tuyo.


Maldito vicio de los cronófagos machistas de consumir el tiempo femenino, maldito vicio.

CONSEJO:
Adhiera un cartel luminoso a su blusa, al mejor estilo "Casa de Cambio" y escriba allí el precio de su tiempo (monetario o no) con el aviso "sólo podrá disponer de mi tiempo si paga este precio".

PD: Después sigo escribiendo más, la segunda parte de "Maldito vicio de los cronófagos"... ahora en vez de escribir quiero usar mi tiempo para otra cosa.

Maldito vicio de los mosquitos


Hora: 09:36 pm
Temperatura: 32° C
Humedad: 87%

Acabo de echar Raid a cuatro manos en mi habitación además de haber prendido un espiral dado que en media hora me voy a ir a dormir. Mientras espero que el insecticida haga su efecto en el dormitorio, me pongo un poco de Off, me voy al lavadero y saco la ropa del lavarropas. Tomo la ropa y camino hasta el tendedero del fondo, allá casi contra la barranca. Me distraigo un rato observando el reflejo de la luna sobre el Paraná, luego mi mirada se desvía y, como si estuviera bajo hipnosis, comienza a seguir el vuelo de un tucu-tucu que finalmente se posa sobre el tendedero. No quiero espantarlo al tender la ropa, así que simplemente me quedo quieta y observo su luz verde intermitente durante los diez minutos que decide quedarse allí. Vienen a mi mente recuerdos de la infancia, cuando atrapábamos bichitos de luz en un frasco para luego soltarlos todos juntos a fin de producir una suerte de lluvia de estrellas. Cuando finalmente el insecto se aleja caigo en la cuenta de que tengo un séquito de jejenes y mosquitos bailando la danza del factor RH 0 positivo al rededor de mis piernas: "Mosquitos de mierda, menos mal que me puse repelente" y regreso a la casa, abriéndome camino entre ellos.

Me alisto para ir a dormir. Una vez en la cama es difícil conciliar el sueño; hace mucho calor, las sábanas se me pegan a la piel, el ventilador no anda y la humedad...bueno...¡qué decir de la humedad! si ya todos saben que ella es la que te mata. Doy vueltas para un lado, para el otro, me corro el pelo que se me ha pegado en el pecho transpirado, me ato una colita, me tira mucho, me saco la gomita. Doy vuelta la almohada...caliente...la doy vuelta para el otro lado...caliente...no hay suerte, no hay lado frío esta vez. Me acuesto en un borde, en el medio, en el otro bode de la cama. Bajo un pie y lo apoyo en el cerámico que está más fresco, bajo una mano...me echo un rato en el piso. Es muy duro, vuelvo a la cama. Me levanto, voy a la heladera, tomo un poco de agua. Vuelvo al cuarto, me acuesto transversal sobre la cama, con las piernas colgando de un lado y la cabeza del otro y, creo que del cansancio, finalmente concilio el sueño.

Qué bueno es estar dormida, descansando...uh! Mirá qué lindo el muñequito de nieve que estoy armando en este sueño...está hermoso acá, fresco, bien fresco...fresco como un consultorio de hospital...estoy en un consultorio, y allí se acerca un médico, y trae una jeringa en la mano ¿qué piensa hacer? Ya tengo la antitetánica...no me escucha y me clava una inyección en los nudillos ¿en los nudillos? ¡A qué médico se le ocurre poner una inyección alli! Y ahora el médico ya no es médico, es una dentista, que se acerca con el torno fffffiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Maldito mosquito en mi cuarto!!!!! Me despierta su fiii fiii y la picazón del lamparón que me ha dejado en la mano, justo arriba del anillo que llevo en el dedo meñique, y que pica peor que ortiga. ¡Puto mosquito! ¡Yo te dono sangre, toda la que quieras, pero no me dejes veneno urticante en el cuerpo...ni me cortes el sueño con tu maldito zumbido! Prendo la luz y busco al desgraciado. Y como una loca ando saltando del colcón a la silla al frente del tocador, y vuelta al colchón....por fin se posa en el cieloraso y lo quiero hacer mierda con la almohada contra el techo, que está alto, y salto, saaaalto saaaaaaaaaalto y ¡plaf! lo aplasto.

Ahora estoy muerta de calor, sobre exitada, el corazón me late a mil por haberme sobresaltado (y por falta de estado), tengo la almohada manchada con mi porpia sangre más las patas y alitas del mosquito, el calor de afuera se agolpa en la ventana...y empuja tan fuerte que veo que entre la malla mosquitera hay una orda de mosquitos que se empiezan a colar hacia mi dormitorio...y todos me miran con sonrisa vampiresca...je-je-je...JA-JA-JA-JA-JAAAAAÁ


Maldito vicio de los mosquitos de despertarte y picarte en la mitad de la noche, maldito vicio.


CONSEJO: Cómprese un tanque de aire, un regulador y unas buenas antiparras y en verano duerma adentro de la bañadera.

Maldito vicio de los altos

Hace meses que estás esperando que salga en el cine lo que creés será tu película favorita, esa de la que todos hablan, la que hace años venís siguiendo a través de videos sobre su filmación, de la que te has leído el libro sobre el cual se basa la historia, críticas en revistas, blogs y periódicos, de la que te has comprado la remera, el porta lápices, la taza para tomar un café mientras mirás más videos del backstage, el llaverito y cuanto merchandising ande dando vueltas.

En la televisión sale por primera vez un avance de la película y furiosamente entrás a internet para adquirir tu entrada anticipada online. Comprás una sola porque no querés tener ningún amigo al lado que te hable durante la proyección.

Y hoy es el día del estreno. Llegás al cine 1 hora antes de la función y te comprás un super balde de pochoclo y una gaseosa (pero no una gaseosa muy grande, así no te dan ganas de ir al baño a mitad de la película). Sos el primero en la fila. El acomodador te saluda con una sonrisa y te da los anteojos para ver en 3D. Buscás el número de tu asiento sabiendo ya que está estratégicamente ubicado, ni muy cerca de la pantalla ni muy lejos. Te sentás y comenzás a saborear los pochoclos mientras la gente empieza a ingresar. Está confirmado que será una función a sala llena y en 50 minutos ves que el sitio está prácticamente repleto. Bajan las luces y se inicia la proyección: primero las propagandas (masticás puñados más grandes de palomitas de maíz o pororó), luego los avances de los próximos estrenos (ya te bajaste medio balde), y finalmente la pantalla se pone en negro y apagan las luces (la ansiedad fluye por tus venas a la velocidad de un rayo y tu corazón palpita rápidamente). Suenan las primeras notas de la melodía inicial. Estás sentado en el borde de la butaca, queriéndote meter dentro de la pantalla. De repente ves una luz en el pasillo...es la linterna del acomodador que le alumbra el camino a un destartalado apurado que viene gritando "Permiso permiso" y se sienta juuuuuuusto delante tuyo, en el único lugar que quedaba vacío. Y el flaco mide un metro noventa y ocho, es de piernas cortas y talle largo, tiene cabeza grande y cabello abultado. Y vos te pasás toda la película meneando la cabeza de un lado al otro como un boxeador, tratando de encontrar un hueco por donde poder apreciar mejor la película. Te perdés todos los efectos 3D que chocan contra ese monolito humano que tenés delante tuyo y, sobre llovido mojado, te tenés que bancar que el chavón sea un inquieto getón que se la pasa debatiendo la película con el amigo sentado al lado (sí, ese maldito que le tenía reservando el lugar). Vos de atrás le pateás el asiento, pero el flaco no se da por aludido. Terminás no viendo la película, porque has decidido sumergir tu cabeza dentro del balde y ahogarte con los pochoclos que te quedan.

Maldito vicio de los altos de sentarse justo delante tuyo en una función de cine (o en el teatro, o en un recital, o en un congreso, o en la fiestita de fin de año del jardín de tu nene más chico), maldito vicio.

CONSEJO: Lleve consigo un set de almohadones inflables y utilícelos a demanda.

Maldito vicio de los porteros


Comienzan los días de primavera y después haber pagado el alquiler, las expensas, la boleta de la luz, el agua, el gas, internet 3 megas, el cable, ABL, el gimnasio, la tarjeta de crédito con la cuota 4 de 50 del nuevo tele, calculás lo que vas a gastar en el super, en las dos o tres salidas con las chicas, y en una escapada al cine a ver una de terror, y te das cuenta de que te sobran unos pesos y de que esas sandalitas blancas de tela divinas ultra top que hace casi un mes venís relojeando en la vidriera de la zapatería que está frente a la parada del cole que te tomás todos los días para ir a trabajar pueden ser tuyas. Y vas y te las comprás y regresás a tu casa feliz de la vida con estas sandalitas blancas.
Y esta mañana amaneció más lindo que nunca, despejado, con una temperatura agradable y una brisa suave que te llama a caminar con los deditos del pie al aire libre. Entonces te ponés un pantalón claro, liviano, de lino y arriba una blusa con flores blancas. ¿Y qué combina con la ropa que decidiste ponerte hoy? Pues nada más ni nada menos que las hermosas inmaculadas sandalias blancas. Y salís a las 7 de la mañana a trabajar, hecha un capullo de algodón en una pradera, chocha con tu nueva adquisición. Y como todas las mañanas saludás al encargado del edificio, que está abriendo la canilla para derrochar muuuuucha agua en regar la vereda, una vereda que a pesar de tanta agua, no crece y muy por lo contrario, cada día se rompe más. Y salís de tu edificio y el encargado del edificio de al lado ya empezó a regar la vereda. Cómo te ve venir, corre el chorrito y te deja pasar. Y hacés un par de metros más y el encargado del otro edificio mojó toda la vereda y ahora riega la calle. Y pensás "qué desperdicio de agua" y en tu mente los llamás "porteros" y no encargados, porque ya les vas perdiendo el respeto. Y mientras mirás con la vena hinchada cómo desperdician agua, pero sin coraje para decirles nada, pisás un baldosón suelto y salta agua para todos lados. Pero no agua como la que salió de la manguera. Noooooo...este agua tiene el aporte de smog, tierra, caca de perro, y cualquiera otra porquería varia que haya dado vueltas por el lugar. Su color es una mezcla entre negro petróleo diluído, marrón verdoso de cámara séptica y gris rata de cloaca. Y una lluvia de agua de ese color fluye del costado de la baldosa, como una explosión de bombucha en carnaval, y se adhiere a la parte trasera de tu pantalón de lino, manchandote toda la zona de la pantorrilla, se incrusta en la botamanga, se cuela entre tus dedos, y se esparce por tus nuevas sandalitas blancas de tela y yute!!!! Fuck!

Maldito vicio de los porteros de regar las veredas todas las mañanas, maldito vicio.

CONSEJO: Use pantalón oscuro y botas de goma; deje esa blancura para cuando tenga su propio auto, porque los fucking porteros van a seguir regando las veredas, por más que el mundo se muera de sed.

Maldito vicio de la arena


Venís caminando por la calle, de repente se levanta una tormenta de aquellas. Sopla el viento a toda velocidad y vos justo estás pasando frente a una obra en construcción. Vuelan pedazos de bolsas de Portland, cartones, una tabla, la media de un albañil y arena...y obvio, se te mete un granito en el ojo. Y vos justo te juntabas a charlar "temas serios" con tu novio (casi ex) y cuando te ve llegar con los ojos colorados e hinchados piensa que arrancaste de entrada con el melodrama y el llanto y él ya empieza la charla con cara de ojete, cerrado y obtuso porque ni ahí que te cree la verdad de tu historia.

Venís del dentista y andás con mucha sensibilidad dental. Encima te hiciste un tratamiento de conducto, te arreglaste una muela del fondo y te sacaron el sarro de la parte de atrás de los incisivos inferiores. Llegás a tu casa con mitad de la trucha caída por la anestesia, chorreando un poco de baba, dentro de la boca experimentás un dolor tan agudo y tal sensibilidad en los dientes que no te aguantás ni la entrada del aire por la boca. Te vas al baño a mirar en el espejo para chusmear cómo estás (al igual que cuando volvés de la peluquería, es imposible no ir al baño a mirarse) y cuando entrás jjjjjgggggghhhhiiiiiiiiiiiii...rechina un granito de arena que quedó trabado debajo de la puerta del baño y a vos ahora te duele como si una mula terca te hubiera pateado en el medio de la geta.

Tenés una fiesta de disfraces y decidiste ponerte unas botas acordonadas altas hasta la mitad del muslo. Tus amigos siempre te dijeron que tenías pinta de traba y hoy era el día de demostrarles que tenían razón. Tardaste 5 minutos para calzar la bota en el pie derecho, 10 para enhebrar el cordón por toooodos las agujeritos y 3 para agustarlo bien. Hiciste lo propio con la bota del pie izquierdo. Le pediste un corset a tu novia, una micro mini a tu hermana y te maquillaste como un verdadero profesional. Saliste del baño rumbo al espejo de tu dormitorio para admirar el resultado final y al segundo paso que das...oh! sentís una puta piedrita en la planta del pie. La querés correr hacia la punta de la bota, pero está tan agustada que no se mueve ni un milímetro de su lugar. Así que te sacás las botas apurado para no llegar tarde a la fiesta, empezás a transpirar debajo del corset ajustado. Como hacés todo a las corridas se te empieza a enredar el cordón por los tacos del calzado y las tachas de la mini, seguís transpirando más y se te empieza a correr el maquillaje y a alborotar la peluca de rulos. Finalmente lográs quitarte la bota, sacar el grano de arena y vuelta a empezar con el ritual de ponerse las botas. Conclusión, sos una mezcla de cabra loca, chivo y cebolla. Te fuiste de tu casa apurado y sin mirarte al espejo. Cuando llegás a la fiesta tus amigos te ven y dudan de que si en realidad no estás retornando de un arduo día de trabajo.

Primera cita con ese muchacho agradable del gimnasio. A vos hoy se te desprendió la corona de un molar justo antes de salir a cenar con él; gracias a Dios tenías "La Gotita" gel en tu casa y te reincertaste el diente como para que quede pasable y no se note que te faltan sillas en el comedor. Van a un restaurante muy fino y paquete donde sirven platos de mar. Vos te hacés la que conocés mucho de frutos de mar y te pedís unas otras de blebleblé gratinadas. Ponés cara de gatito sexy durante la charla y sonreís con la boca cerrada cosa de retener el diente. Cuando te traen la comida, tomás la primera ostra, chupás el contenido de la conchilla, le das una masticada al molusco y crack! le entraste el diente a una arenilla procedente de la concha...de la "concha de su hermana se me acaba de despegar el diente!" Y la corona se te va para la garganta y te obstruye la salida del aire. El chico justo te estaba diciendo un piropo y piensa que te pusiste colorada de pudor. Dos minutos más tarde cuando ya te vé violeta tirando a azulino, se da cuenta de tu situación y con valentía te aplica la maniobra de Heimlich. A la tercera compresión abdominal expulsás el diente que sale volando y cae en su copa de champagne. (Bueno...esto en realidad es lo que hubiera sucedido en una comedia hollywoodense, lo tuyo fue peor...porque te salió una escupida más cercana al babeo y la expulsión convulsiva de las materias contenidas en el estómago (más la corona, y no de reina precisamente) que se te chorreó por el escote, entre las tetas y el vestido...Super sexy! Y más sexy aún fue sacarte el diente de entre medio del corpiño.)


Maldito vicio de la arena de meterse en todos lados, maldito vicio.

CONSEJO: La verdad es que pienso y pienso, pero para esta situación no tengo consejo alguno. Ayúdenme y denme uno ustedes...lo único que se me ocurre es para la situación 1 utilizar antiparras los días de viento, pero la macana es que no queda bien con la ropa...sólo va bien con traje de baño y en un natatorio.

Maldito vicio de Claro

Eso de levantarte temprano para ir a laburar es un grano en el traste, pero hay que hacerlo,"qué se le vuá hacé". Y justo esta semana que estabas super agotado, aparece un milagroso 9 de julio a mitad de semana. ¡Que lindooooooo poder dormir hasta pasado el medio día!!! Te relamés al pensar que te vas a despertar tarde, lo más probable ayudado por un par de cervecitas que te vas a tomar la noche anterior, sin culpa y con muchas ganas, total al día después no laburás. Y esa noche te quedás echado en la cama hasta tarde mirando una peli en canal 21 mientras la comentás con tu amigo-compañero de laburo (que, obvio, mañana tampoco trabaja) via mensajito telefónico. Y allí estás bajo las sábanas, con una fuente enorme de pochoclos salados, comiendo como si mañana no hubiera más comida, e hidratándote con cerveza que primero te serviste en una jarrita y ahora le dás del pico no más. Y la peli está buena, pero te quedás dormido, rendido frente a la pantalla de TV (menos mal que te avivaste de activar la función "sleep"). Y dormís como un angelito (que en realidad no sé como duermen, pero deben de dormir muy bien...como las marmotas, que en realidad tampoco sé si duermen bien o mal) y tenés sueños hermosos toda la noche. Tres, cuatro, cinco de la mañana...seguís en sueñolandia...seis de la mañana, las sábanas nunca se sintieron tan bien; siete de la mañana, entra un riquísimo aroma a facturas recién horneadas a través de tu ventana y creés estar en el cielo, ocho de la mañana, tus mayores fantasías se están por hacer realidad en un escenario oníriiiiiing riiiinggg riiinggg..."Supercarga Claro. Promo día de la patria! Sólo por hoy duplicá tu carga a partir de $30 con todos los medios de pago..." ¡Claro y la p...que los parió! Y ya no podés volver a pegar un ojo, porque además el reloj interno te dice que es hora de trabajar.

Maldito vicio de la empresa Claro de mandarte esos putos mensajes de propaganda no deseada en el día y horario menos oportuno, maldito vicio.

CONSEJO: Si aún no se emborrachó, procure apagar su celular antes de dormirse, porque los de Claro jamás se van a ubicar.

Maldito vicio de sacarse los mocos mientras se espera el semáforo

Son las 8 de la mañana, pleno invierno, saliste de tu casa a las apuradas que ni tiempo tuviste de tomar una taza de café con leche bien calentito. Corrés para tomar el subte y te queda la garganta seca de tanto jadear como perro. La falta de estado físico y nada de azúcar en la sangre se convierten en una potencial bomba para el balero y el bobo, entonces pensás "¿no porbaste con un yogurt? si entra perfectamente en la cartera y lo podés ir tomando en el camino" Pero no, el café a la mañana es irremplazable. Seguís pensando boludeces mientras te subís al subte, viajas apretada, ahora cagada de calor con tanto abrigo y guante de lana. Te bajas del subte, volvés a la superficie...mierda que está frío! Y de repente se hace la luz...o más bien el aroma, porque tus narices comienzan a percibir el riquísimo olorcito de facturas recién horneadas. Mirás el reloj y pensás "Ma sí, llego unos minutos tarde". Cruzás la calle, te metés a la panadería y salís con dos facturas enormes, calentitas, con mucha crema pastelera, adentro de una bolsita de papel. Y no te aguantás hasta el trabajo, las querés comer ahora, que están en su mejor momento. Entonces abrís la bolsa, sacás una factura, te ensuciás un poco los dedos con la crema pastelera y justo cuando te disponés a darle el primer bocado mientras cruzás la calle, ves que el boludo que frenó su auto sobre la senda peatonal se está horneando mal, se está metiéndo el dedo hasta el fondo, rascándose prácticamente el cerebro. Y ves que saca su dedito lleno de mocos y se los lleva a la boca...y vos mirás tus dedos llenos de crema pastelera y te quedás con la boca abierta y la mandíbula trabada de asco hasta que llegás al trabajo. Tu compañero de laburo te mira y te dice "Uh! ¡Qué rico! ¡Facturas!" y vos "Tomá, son todas tuyas" y te vas a preparar un café a la cocina.


Maldito vicio de sacarse los mocos mientras se espera que el semáforo se ponga en verde, maldito vicio.

CONSEJO: Cruce la calle y mantenga la vista fija en el muñequito del cartel "Cruce". Si no hay semáforo peatonal, mire el cielo.

Maldito vicio de dejar la cubetera vacía en el congelador

Volvés de trabajar, recagadísima de sed y de calor. Sólo pensás en el vaso de soda con hielo que te vas a clavar cuando llegues a tu casa, o el Cinzanito helado que te vas a tomar mientras mirás televisión pegada al ventilador. Llegás, tirás el bolso en el sillón, te sacás los zapatos a duras penas por lo hinchados que están por "la calor", caminás en patas hasta la cocina para buscar un vaso, (¡aaahhhhh...qué fresquito y divino está el piso!), de allí a la heladera, abrís la puerta del congelador, sacás la cubetera y "¿quién habrá sido el culiado que sacó la cubetera, usó todos los hielos y luego la volvió a meter en el congelador, pero vacía?"

M
aldito vicio de dejar la cubetera vacía en el congelador, maldito vicio.

CONSEJO: Compre muuuuchas cubeteras o tenga un vecino lindo y piola que le de motivos para ir a pedirle unos hielitos. :-)

Maldito vicio de las calandrias

Es verano, el sol comienza a asomarse a las 5 am en Córdoba. En la araucaria al lado de mi casa hay un nido de calandrias, al lado de la araucaria, el pino del vecino. 5 am y la calandria vuela de la araucaria al pino, se posa en la última rama del pino, allá bien arriba, y emprende un vuelo vertical de 2 a 3 metros para luego dejarse caer sobre la rama. Y mientras hace este movimiento al mejor estilo Matrix unas 30 veces cada mañana, realiza un despliegue de toooooooodo su repertorio musical a viva voz...y yo anoche me acosté tarde porque trabajé, o salí de joda, o lo que sea...y este bicho que no le afloja al show de American Idol. 

Maldito vicio de las clandrias de cantar a viva voz cada mañana, maldito vicio.

CONSEJO:
Duerma una buena siesta.

Maldito vicio de las palomas

Maldito vicio que tienen las palomas de cagarte la baranda del balcón...pintado con pintura blanca y encima medio porosa. ¡Andá a sacar el lamparón lila que te dejaron!

Maldito vicio de las palomas de cagar en todos lados, maldito vicio.

CONSEJO:
Forre la baranda con film de cocina :-)

Maldito vicio de los taxistas

Venís por una calle de barrio, mirás para ambos lados y te decidís a cruzar. Justo cuando estás por dar el paso te frenás, no sé, algo adentro tuyo te dice que no cruces...y un puto taxi te hace el filito con el espejo retrovisor. ¿Cómo no lo viste? El desgraciado venía sin las luces encendidas y, como traía pasajeros, ni el cartelito de LIBRE pudiste ver. ¿Acaso creerán que la única luz que los peatones necesitan para ver a los vehículos es la de la calle? Estamos al horno, porque las calles no siempre están bien iluminadas.

Maldito vicio que tienen algunos taxistas de circular a la noche con las luces apagadas, maldito vicio.


CONSEJO: Preste atención al cruzar la calle, porque esto pasa seguido en cada esquina al caer el sol.